Hace años comencé una novela y he decidido continuarla, Por supuesto trata de temas que me interesan, ya que lo hago por diversión. Aquí va el primer capítulo.
**Capítulo 1: El muro**
El mundo se desmoronó en un solo día. Dos décadas atrás, los atentados de grupos terroristas radicales islámicos, que durante años se habían limitado a ataques coordinados con explosivos convencionales, alcanzaron un nuevo y aterrador nivel cuando lograron acceso a artefactos nucleares. Nadie sabía con certeza cómo los habían obtenido, aunque se hablaba de mercados negros en Asia Central y redes clandestinas en Oriente Medio. Lo que era innegable era el resultado: detonaciones en Londres, Nueva York, París, Berlín y Moscú que redujeron estas ciudades a cenizas radioactivas.
El impacto fue devastador. Millones de muertos en un solo día, seguidos por años de caos en las regiones afectadas. Europa y Norteamérica quedaron paralizadas, sumidas en la desesperación y la desconfianza. Por primera vez en la historia moderna, el miedo no tenía fronteras.
Mientras tanto, en Asia, otro conflicto ardía con igual intensidad. China e India, ambas superpotencias nucleares, se enredaron en una guerra brutal por el control de los recursos hídricos del Himalaya. Cuando Pakistán se unió al conflicto, el resultado fue una región en ruinas, con zonas enteras convertidas en páramos radioactivos.
El mundo, al borde del colapso, buscó soluciones extremas. La Alianza Occidental, una coalición internacional, propuso una idea que en un principio parecía imposible: construir una barrera que separara por completo a las naciones islámicas del resto del planeta. El objetivo no era solo contener futuras amenazas, sino también garantizar que nunca más tuvieran acceso a tecnología capaz de causar tanta devastación.
El muro, una estructura de tres kilómetros de altura y cientos de kilómetros de longitud, fue construido en menos de cinco años gracias a una colaboración internacional sin precedentes. Se permitió la entrada al Califato Cerrado a aquellos musulmanes que lo desearan. Aquellos que optaron por quedarse fuera del muro, bajo la jurisdicción de la Alianza, fueron obligados a portar pulseras localizadoras para garantizar la seguridad y vigilancia constante. Una vez cerrado, el muro marcó el fin de una era.
El Califato Cerrado, llamado así por su aislamiento total del resto del mundo, abarcaba gran parte del Medio Oriente y el norte de África. Sus límites estaban definidos por el muro, que se extendía desde las costas del Atlántico en Marruecos hasta las fronteras orientales de Irán. Dentro de estos límites, las comunicaciones y el comercio con el exterior estaban estrictamente prohibidos, y cualquier intento de cruzar la barrera era castigado severamente.
Ahora, veinte años después, la capitana Martínez miraba la imponente estructura desde la torre de vigilancia. Nacida en España, una de las pocas naciones europeas que había sobrevivido sin ser devastada directamente, Martínez se había unido a las fuerzas de seguridad de la Alianza para garantizar que lo ocurrido en su infancia nunca se repitiera.
“Capitana Martínez,” dijo un técnico detrás de ella, rompiendo el pesado silencio.
Martínez giró con el ceño fruncido. “¿Qué pasa?”
“Las cámaras de los drones 742 y 743 acaban de apagarse. Y ahora... mire esto.”
La pantalla frente al técnico mostraba un mapa holográfico del Califato Cerrado. Uno por uno, los puntos rojos que representaban los drones patrullando el perímetro comenzaban a desaparecer. Martínez frunció el ceño, acercándose al monitor.
“¿Fallo técnico?”
“No lo creo. Los drones están diseñados para resistir interferencias. Esto parece una desactivación deliberada.”
Martínez sintió un escalofrío recorrerle la columna. Había rumores de que algo extraño estaba ocurriendo dentro del Califato Cerrado, pero hasta ahora habían sido solo eso: rumores. Las imágenes de los satélites mostraban ciudades aparentemente vacías, aunque los sensores detectaban actividad energética bajo tierra.
“¿Qué hay de la comunicación con la central?”
“Bloqueada, señora. Es como si... algo estuviera interfiriendo con todas nuestras señales.”
Martínez apretó los labios. Había participado en docenas de operaciones durante su carrera, pero nada se comparaba con la incertidumbre que sentía ahora. Si el Califato Cerrado estaba desarrollando tecnología capaz de inutilizar los drones de la Alianza, entonces estaban enfrentándose a una amenaza que nadie había previsto.
“Reúna al equipo Astra,” ordenó finalmente.
El técnico vaciló. “¿Entraremos al Califato Cerrado? Señora, el protocolo—”
“El protocolo no nos sirve si estamos enfrentando algo que no entendemos. Necesitamos respuestas.”
Mientras el equipo Astra se preparaba para la infiltración, Martínez se permitió un último vistazo al muro. Había sido construido para mantener al mundo a salvo. Pero ahora, parecía más una barrera que contenía un secreto oscuro y peligroso.